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1. De cuando en cuando, a la orilla de algún pobre regato medio seco o de un río claro, unos pocos álamos, que en la soledad infinita adquieren vida intensa y profunda. De ordinario anuncian estos álamos al hombre: hay por allí algún pueblo, tendido en la llanura al sol, tostado por éste y curtido por el hielo, de adobes muy a menudo, divujando en el azul del cielo la silueta de su campanario. (Miguel de Unamuno: En torno al casticismo)   
2. Y siguieron los dos, Augusto y Eugenia, en direcciones contrarias, cortando con sus almas la enmarañada telaraña espiritual de la calle. Porque la calle forma un tejido en que se entrecruzan miradas de deseo, de envidia, de desdén, de compasión, de amor, de odio, viejas palabras cuyo espíritu quedó cristalizado, pensamientos, anhelos, toda una tela misteriosa que envuelbe las almas de los que pasan. (Miguel de Unamuno: Niebla)   
3. Toda la vida había sido don Paco el hombre más positibo y menos romántico que pueda imaginarse. Aquel imprevisto sentimentalismo que se le había metido en las entrañas y se las abrasaba, le parecía tan ridículo que, a par que le afectaba dolorosamente, le hacía reír cuando estaba a solas, con risa descompuesta y que solía terminar en algo a modo de ataque de nervios. (Juan Valera: Juanita la Larga)   
4. Tube miedo como no lo he tenido jamás, pero no quise que mi madre y mis hermanas me creyesen cobarde, y permanecí inmóvil en medio del presbiterio, con los ojos fijos en la puerta entreabierta. La luz de la lámpara oscilaba. (Ramón María del Valle-Inclán: Jardín umbrío)   
5. Y así nos muestra este dios un padecer en el nacimiento mismo, un nacer padeciendo. La madre, Semelé, no dio de sí para acabar de darlo a la luz nacido enteramente. Dios de incompleto nacimiento, del padecer y la alegría, anuncia el delirio inacabable, la vida que muere para volver de nuevo. Es el dios que nace y el dios que vuelbe. Embriaga y no sólo por el jugo de la vid, su símbolo sobre todos, sino ante todo por sí mismo. La comunicación es su don. (María Zambrano: Claros del bosque)   
6. Su dulce color de otoño, roto por la lucecilla plateada de un pescado muy chico o por el verde triste un alga prendida en sus mallas, dibidía la oscura desolación de grava menuda; cerca cabeceaba la barca vacía. Los niños pisaban la red. Pedro había asumido la labor de espantarlos. Decía una palabrota y hacía que corrieran apenas unos metros para pararse en seguida y volver confianzudamente a poco. (Ignacio Aldecoa: Entre el cielo y el mar)   
7. Una aldea vino, andubo por allí y se fue por allá, una aldea al parecer deshabitada, una aldea de casas de alfeñique en tuza de milperíos secos entre iglesia y cementerio. (Miguel Ángel Asturias: El señor presidente)   
8. Estos labriegos secos, de faces polborientas, cetrinas, no contemplan el mar; ven la llanada de las mieses, miran sin verla la largura monótona de los surcos en los bancales. (Azorín: Castilla)   
9. La preocupación por conseguir un fin nos intranquiliza a todos los hombres, aun a los más desaprensibos, aun a los más indolentes, y yo, por mi parte, hubiera deseado vivir todavía más en cada hora, en cada minuto, sin la nostalgia del pasado ni la ansiedad por el porvenir. (Pío Baroja: Las inquietudes de Shanti Andía )   
10. Acostumbramos a trazar límites demasiado estrechos a nuestra personalidad. Consideramos que solamente pertenece a nuestra persona lo que reconocemos como individual y diferenciador. Pero cada uno de nosotros está constituido por la totalidad del mundo; y así como llevamos en nuestro cuerpo la trayectoria de la evolución hasta el pez y aún más allá, así llebamos en el alma todo lo que desde un principio ha vivido en las almas humanas. (Hermann Hesse: Demian)   
Calificación: puntos.   

Juan Antonio Marín Candón - Morón de la Frontera (Sevilla) | Consultas sobre esta página
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