Cuidado, un dinosaurio
Hace unas semanas apareció un dinosaurio en el parque de nuestra ciudad. Mi hermana y yo nos reímos muchísimo viendo cómo las personas mayores se asustaban de él. Hasta el valiente guarda del parque empezó a llorar.
El pobre dinosaurio estaba todo asustado. Por eso decidimos llevarlo a casa. La vuelta a casa fue muy curiosa. Por donde pasábamos con nuestro nuevo amigo, todos los que allí se encontraban huían gritando. Los coches se subían a las aceras y tocaban el claxon como locos. Los policías pusieron todos los semáforos en rojo, treparon a ellos y tocaban sus pitos.
Nuestro profesor nos había contando alguna vez algo sobre dinosaurios. Naturalmente, no atendimos mucho entonces. Pero a pesar de ello me vino en seguida a la mente que los dinosaurios eran animales totalmente pacíficos.
Mamá y papá no tuvieron ningún inconveniente en que el dinosaurio se quedará con nosotros por un tiempo. Podría dormir en el huerto.
A la mañana siguiente, nuestros padres se inquietaron un poco al descubrir que nuestro dinosaurio se había comido dos cuadrados enteros de repollos y ahora estaba mordisqueando las hojas de nuestro cerezo.
Durante la comida, estiró su cabeza a través de la ventana y en un abrir y cerrar de ojos vació la fuente grande de ensalada.
Mientras mi hermana y yo estábamos en la escuela, Dini -así llamábamos a nuestro amigo- se había comido absolutamente todo el huerto. <<A lo mejor nuestro profesor sabe qué podemos hacer con Dini>>, aconsejó mi hermana.
Al día siguiente llevamos a Dini al colegio. El profesor se alegró muchísimo cuando vio al dinosaurio...
Sally Cedan
SM
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