El gigante y el sastre
Érase una vez un sastre débil como un gusano y, al mismo tiempo, muy fanfarrón. En todas partes se daba pisto, se jactaba de su fuerza y decía que les podía a todos. Una vez, yendo en el tranvía, vio a un gigante sentado. Era un gigante gordo y fuerte, con músculos como repollos y una cabeza como un barril de cerveza. El trasero le ocupaba tres asientos.
"Ahora verá" - pensó el sastre, colocándose a su lado.
En el tranvía todo estaba prohibido; por todas partes colgaban letreros que decían:
Prohibido escupir en el suelo. |
Prohibido ensuciar los cristales. |
Prohibido fumar. |
Prohibido molestar a los pasajeros. |
Y el sastre escupió en el suelo, justamente delante del gigante.
"Madre mía, qué atrevido -pensó el gigante-. Como le pillen..."
A continuación, el sastre manchó el cristal con su sucia mano.
"Huy, huy, huy -pensó el gigante-. Yo no me hubiera atrevido. Este es mas valiente que la policía".
Entonces, el sastre sacó un cigarrillo del bolsillo, lo encendió y echó el humo directamente a la cara del gigante.
El gigante empezó a toser, miró de reojo al sastre y se encogió de hombros.
"En fin -pensó-. Que no le pase nada. Hace falta tener mucho valor para cometer tantas infracciones a la vez. Le pueden caer tranquilamente tres meses de cárcel".
¿Y que más hizo el sastre? Pues, en lugar de apagar la colilla del cigarro, se la metió al gigante en el bolsillo izquierdo de arriba de la chaqueta, donde se suele llevar un pañuelo de adorno.
En seguida empezó a arder y a echar humo y a oler mal y, por si fuera poco, el sastre se puso a molestar al gigante:
-¡Eh, oiga usted!-dijo- ¡Esto es el colmo! ¡Anda por ahí echando humo y apestando! ¡Me pienso quejar, ya lo creo que sí!
El gigante, a pesar de ser un gigante fuerte, era también un poco ingenuo; así es que pensó:
"Si se comporta así, no será un vulgar pelagatos."
Y tenía ganas de librarse del sastre. En esto llegó el revisor. Como el sastre no llevaba billete, el revisor lo echó. Entonces, el gigante se alegró y vio por la ventanilla cómo el fresco del sastre corría detrás del tranvía.
Janosch cuenta los cuentos de Grimm
Ed. Anaya
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