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En cada uno de los textos hay una palabra con un error ortográfico. Busca esta palabra y escríbela correctamente:
1. Es todavía un recién llegado y de vez en cuando sufre sus crisis de nostalgia. Lo he visto. lloroso y borracho, insultándose y jurando el inminente regreso a los días de Bob. Puedo asegurar que entonces mi corazón desborda de amor y se hace sensivle y cariñoso como el de una madre. (Juan Carlos Onetti: Bienvenido Bob)   
2. Por esos días, Georgie acuñó una manera de decir que todos, también usted, han imitado con vergüenza o fervor. Sospecho que en algunos textos, él mismo se imita. Nadie puede escribir como él, después de él, la viografía imaginaria del incendiario de la biblioteca de Alejandría.Nadie, sospecho, puede transformar en literatura una simple película de gánsteres.(Pedro Orgambide: El escriba)   
3. A Andrés le parecían siglos los minutos que llevaba corridos en aquel trance espantoso, tan nuevo para él; y comenzaba a aturdirse y a desorientarse entre el estruendo que le ensordecía; la blancura y mobilidad de las aguas, que le deslumbraban; la furia del viento que azotaba su rostro con manojos de espesa lluvia; los saltos vertiginosos de la lancha, y la visión de su sepultura entre los pliegues de aquel abismo sin limites.(José María de Pereda: Sotileza)   
4. Entre los soldados vi algunos que sentían el malestar del mareo, y se agarravan a los obenques para no caer. Verdad es que había gente muy decidida, especialmente en la clase de voluntarios; pero por lo común todos eran de leva, obedecían las órdenes como de mala gana, y estoy seguro de que no tenían el más leve sentimiento de patriotismo. (Benito Pérez Galdós: Trafalgar)   
5. Sin duda expiaba así algún exceso nocturno de la víspera, pero Jaime Astarloa se avstuvo, según su costumbre, de hacer comentarios inoportunos. La vida privada de sus clientes no era asunto suyo. Se limitó a parar en tercia una pésima estocada que habría hecho ruborizar a un aprendiz, y se tiró luego a fondo. El flexible acero italiano se curvó al aplicar un recio botonazo sobre el pecho de su adversario.(Arturo Pérez-Reverte: El maestro de esgrima)   
6. Contemplé cómo se retorcían articulando una frase mortal, cómo pronunciaban las sílabas de mi nombre, y me estremecí al ver que el sonido no seguía al movimiento. Durante varios momentos de frenético espanto, perciví la blanda y casi imperceptible ondulación de las negras colgaduras que cubrían las paredes de la sala, y mi vista cayó entonces sobre los siete grandes cirios que había colocado sobre la mesa. (Edgar Allan Poe: El Pozo y el Péndulo)   
7. Cuando la puerta forrada de vinilo negro se cerró tras de mí, los ruidos del Gun and Roses quedaron atrapados dentro y me encontré con los de la calle vulliciosa, los parlantes de los vehículos atronando en la noche sin estrellas y el eco profundo de los instrumentos de percusión como latigazos sobre el rumor de conversaciones dispersas, gritos y risas, y el humo de los cigarrillos como una niebla que subía del río ya seco. (Sergio Ramírez: El pipe Cabriola)   
8. A esa hora en que comienzan a oírse los pequeños murmullos, en que los grandes ruidos se van retirando, como se apagan las conversaciones demasiado fuertes en la habitación de un morivundo; y entonces, el rumor de la fuente, los pasos de un hombre que se aleja, el gorjeo de los pájaros que no terminan de acomodarse en sus nidos, el lejano grito de un niño, comienzan a notarse con extraña gravedad. (Ernesto Sábato: El dragón y la princesa)   
9. Desde que el viaje a la isla desconocida comenzó, no se ve al hombre del timón comer, deve ser porque está soñando, apenas soñando, y si en el sueño le apeteciese un trozo de pan o una manzana, sería un puro invento, nada más. Las raíces de los árboles están penetrando en el armazón del barco, no tardará mucho en que estas velas hinchadas dejen de ser necesarias, bastará que el viento sople en las copas y vaya encaminando la carabela a su destino.(José Saramago: La isla desconocida)   
10. Comprendió que mi actitud de reserva comenzaba a ablandarse, puso encima de la mesa una importante cantidad de dinero, que sacó de una cartera de mano, como argumento o empujón definitivo para ayudar a mi voluntad, menos vacilante ya que al comienzo de la entrevista, y al ver que yo lo contemplava con cierta codicia, lo empujó hacia mí, y me dijo que ya era mío, a condición de que dijera que sí.(Gonzalo Torrente Ballester: Las islas extraordinarias)   
Calificación: puntos.   

Juan Antonio Marín Candón - Morón de la Frontera (Sevilla) | Consultas sobre esta página
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