1.ª Regla: Se escriben con minúscula inicial todos los tratamientos, tanto los que preceden siempre al nombre propio, llamados por ello,
antenombres: don, doña, fray, sor, santo/ta, etc.; como los que pueden utilizarse sin él:
usted, señor/ra, doctor/ra, licenciado/da, excelencia, (su) señoría, reverendo/da, vuestra merced, etc.
2.ª Regla: Para aquellas fórmulas honoríficas correspondientes a las más altas dignidades en el tratamiento protocolario (
su santidad, su majestad, su excelencia...), la mayúscula inicial es admisible -aunque no obligada- solo si el tratamiento no va seguido del nombre propio de la persona a la que se refiere:
La recepción a Su Santidad será en el palacio arzobispal; pero, si se acompaña del nombre propio, es obligada la minúscula:
Esperamos la visita de su santidad Benedicto XVI.
3.ª Regla: La escritura con mayúscula inicial solo es obligatoria en las abreviaturas de los tratamientos, que han quedado fosilizadas en esa forma:
D.ª, Dra., Fr., Lic., Ilmo., Sr., Sto., Ud., etc.
4.ª Regla: Cuando la fórmula de tratamiento no funciona como tal, sino que forma parte de un nombre propio o de una expresión denominativa, se escribirá con la mayúscula requerida para este tipo de expresiones:
Don Benito (localidad de Badajoz, España),
San Fermín (festividad de Pamplona, España).
Las fórmulas de tratamiento son apelativos empleados para dirigirse o referirse a una persona, bien por cortesía, bien en función de su cargo, dignidad, jerarquía o titulación académica: usted, excelencia, majestad, monseñor, licenciado.
Aunque en el pasado se han escrito habitualmente con mayúscula inicial por motivos de respeto, práctica que aún pervive en documentos oficiales y textos administrativos, todos ellos son adjetivos o nombres comunes, por lo que no hay razón lingüística para escribirlo con mayúscula.